ARTICULO DE OPINION PUBLICADO EN LA REVISTA SOY-DE.COM Nº 04 CORRESPONDIENTE A MAYO DE 2021
HABÍA UNA VEZ UN CIRCO
Había una vez un circo.
Este emblema de la década de los setenta, en boca de los labios de media España asomados a la ventana de la caja tonta, que simbolizaba en su origen, la magia e ilusión del corazón de los niños y esperanza de futuro emergiendo de sus almas, se convirtió en un clamor de alegría, sueños por cumplir y libertad, no sólo para los infantes de la época sino para el conjunto de la población adulta de aquel entonces, inmersa aún en años de oscurantismo político pero también, en incipiente corriente de apertura de un país que intentaba sacar la cabeza y arrinconar sin atisbos de violencia, un régimen totalitario procedente del blanco y negro de la opresión fustigada a golpe dictatorial de la década de loa treinta que ya tenia los días contados.
Pues el tiempo pone a cada cual en su lugar y los aires de cambio inminente, ya se habían instalado en prácticamente el conjunto de la ciudadanía de cualquier lugar del país de la piel de toro, situado abajo de los Pirineos.
España es diferente.
Más tarde, llegaron nuevos tiempos en cada provincia, región o comunidad autónoma, respetando la idiosincrasia y la esencia propia de cada cual y tejiendo las bases para una democracia solidámente sana, de la cual hemos disfrutado hasta bien entrada la segunda década del siglo XXI.
Nuestros hijos se han criado en olor del puchero y con el caldo de cultivo, de una sociedad acaudalada y pudiente, al amparo y abrigo de una constitución fuerte y protectora, que fue creada años atrás para que cumpliese la premisa entre otras, de que todos tenemos derechos y deberes con nuestra madre patria.
Había una vez un circo.
Tras cuarenta y dos años y medio, de tan honorable piedra de Rosetta de cualquier sociedad demócrata que se precie, la sensación presente en el corazón del ciudadano medio en estos últimos tiempos, tal vez sea, la de la incertidumbre social y el futuro desesperanzado en base a la fragmentación. que se atisba en todos los estamentos de las diferentes comunidades autónomas que conforman nuestra tierra.
Consecuencia del circo en que se ha convertido la política en nuestro país, donde ya no sabemos sin tenemos un poder fáctico, diecisiete, cincuenta y dos o uno en cada ciudad o pueblo de los que existen en nuestra variopinta geografía.
Existe ahora un circo, en el que los trapecistas y equilibristas, dueños absolutos del don de la palabra, se han impuesto a la sonrisa, la ingenuidad y decencia del saltibanqui y del payaso, el cual muestra simplemente a cara descubierta lo que le dicta su conciencia.
Hoy todo vale en la España de la indecencia política, donde lo que prima es subirse al carro del poder y del lujurioso emolumento, procedente del cargo bien pagado.
Desde el cabo de gata hasta Finisterre, existe de nuevo un circo y bien repleto de payasos, irónicamente hablando.
Había una vez un circo, pero su carpa hoy se ha resquebrajado, en mil pedazos.
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