Amigo y estimado lector/a:
Llegué al mundo en la sexta década del siglo XX, en un pueblecito llamado Villanueva de la Vera sito a las faldas de la Sierra de Gredos, en la provincia de Cáceres.
Si me pidieran una definición sobre mi persona como creador de sueños, sin entrar en la adulación propia, es posible que la resumiera en unas breves palabras:
“Me considero un escritor autómata y compulsivo.”
Pudiera parecer una perogrullada, pero lo aclaro acto seguido.
Escribo a todas horas y de todo lo que observo y lo que siento en cualquier situación o momento que me proporciona la vida cotidiana y por supuesto en la soledad de la madrugada, autentico bastión y piedra filosofal de la inspiración soñada por todo creador, independientemente del arte en el que se desenvuelva.
Cuando por circunstancias no puedo escribir, grabo de voz lo que se me ha venido a la cabeza (para que no se me olvide) y más tarde lo transcribo a papel, donde permanecerá hasta que considere hacer uso de lo guardado.
Es un privilegio y una fortuna para un autor, ser tan prolífico y poder plasmar los sentimientos que afloran desde el cerebro ante estímulos incontrolados proveniente del entorno o cualquier sensación producida ante cualquier circunstancia que se da a mi alrededor.
Emociones como el amor, ira, asombro, complacencia, piedad, alegría, tristeza, deseo y repulsión, no están exentas en la prosa ni en los versos de mis obras, pues como todos sabemos son inherentes al ser humano y aparecen a lo largo de nuestro existir en millones de ocasiones y a cada instante.
Mi relación con las letras comenzó casi cuando me salieron los dientes. De muy niño y sin excepción, leía todo papel que caía en mis manos, tebeos, periódicos, pegatinas de información de alimentos, recetas de medicamentos, etc. No había nada que escapara a la incesante curiosidad, que mostraba por las letras. Ya de adolescente, aún recuerdo con dulzura y cariño, cómo Catalina, mi madre, se tiraba media noche llamándome la atención viendo cómo pasaba noche tras noche despierto leyendo el libro de turno, hasta que la palabra Fin aparecía ante mis ojos, preocupada por la salud de su hijo. Por tanto y en parte debido a lo aprendido en mis noches de insomnio, desde entonces me acompañan dos vicios que son inherentes a mi persona:
Por un lado, la costumbre de dormir muy pocas horas y por otro aprovechar ese tiempo para plasmar mis sentimientos. Cuando más llama la inspiración a mi puerta es, cuándo el rocío del alba impregna la tierra.
Dijo en una ocasión el maestro Don Miguel de Cervantes:
«El que lee mucho, ve mucho y sabe mucho»
Aún sigue rondando por mi memoria, el primer poema que escribí en el pupitre de la escuela. Contaría alrededor de 13 años y consistía en una infantil reflexión sobre el amor, la vida y la muerte.
«Para que vivir, sabiendo tener que morir…», eran sus dos primeros versos, que grabados a fuego en mi memoria, guardan la particularidad de aparecer de cuándo en cuándo espontáneos ante mis ojos y me trasladan a ese aula y a esos momentos de dislocada adolescencia.
Es un auténtico disfrute de los sentidos, descubrirme a mismo, con cara de niño, escribiendo con bolígrafo Bic de tinta azul estos versos y escondiendo el papel bajo el pupitre o tapándolo con las manos, para evitar ser descubierto y tener que asumir las consecuencias del osado acto que en ese momento cometía.
Me enamore muy joven. El amor entendido como el desplome de los sentidos coherentes, llamó a mi puerta, en torno a la edad de quince años y en esta tesitura donde el corazón galopa libremente por el pecho y escapa desbocado hacia las fronteras del deseo, en un corto espacio de tiempo escupí cientos de poemas dirigidos a la dama de mis sueños. (y digo escupí, porque brotaban letras y frases poéticas de mi mente sin control y a todas horas).
Cientos de poemas expirados al menos durante una década que jamás han visto la luz y los cuales atesoro como alma en puño en unas cuantas libretas, ya que los conservo para la ocasión en que mis entrañas estén preparadas para mostrar lo que sentía en mi juventud (si es que se da el caso y si es que procediera).
Después con el matrimonio asentado y la buenaventura de la descendencia, experimenté un periodo de calma relativa, aunque también conservo un par de cientos de creaciones literarias de esa época, que hablan fundamentalmente, de los acontecimientos vividos en esos años como padre y esposo.
Para entonces, llamó la enfermedad en forma de infarto a mi puerta y me obligó a cambiar de profesión y estilo de vida, aunque para mí fue en parte una liberación y el encuentro inesperado de un nuevo nacimiento de mi persona en todos los aspectos (profesionales y humanos).
Me quité el estigma del trabajador autónomo sufridor y me desprendí del estrés que habitualmente acompaña a este colectivo, incapaz de desconectar de la actividad diaria aunque el interesado se lo proponga mil veces.
Ya en mi nueva profesión, desarrollada en el sector sanitario, amanecí a una existencia más placentera, gratificante y abierta a sensaciones, que mantuve ocultas al menos un par de décadas.
Y fue en esta época donde comenzó la explosión literaria de mi faceta como poeta y escritor que tanto me llena y que me proporciona momentos inolvidables.
Si tuviera que hacer autocrítica de mi persona, diría de mí mismo, que soy poseedor de tres defectos importantes, impaciencia, ausencia de perseverancia y la excesiva minuciosidad que empleo en situaciones que tal vez no lo requieran.
Aunque reconozco, que manejándolos adecuadamente, en ocasiones se convierten en bienhalladas virtudes (literariamente hablando), pues me mantienen activo y trabajando simultáneamente sin prisa pero sin pausa, en varios proyectos a la vez.
Tras el éxito inesperado de mi primera obra literaria “Porque la noche te envuelve”, e inmerso en actividades literarias todo el año, incluidas las ferias de distintas ciudades del territorio español, más las reflexiones semanales que desde hace ya dos años ven la luz en Onda cero Alcalá o la crónica social como articulo de opinión, que tengo el honor y el placer de escribir para la revista Soy de Madrid con difusión en la Comunidad de Madrid, me mantienen ocupado desde entonces.
En el año 2020, llegaría «99 Crepúsculos y Cien Madrugadas», un caleidoscopio de sentimientos abiertos del alma en tiempos de pandemia, donde reflejo lo visto a través de la ventana, donde todas las sensaciones que tenia a diario durante esos días aciagos , se reflejan en forma de versos y relatos.
En palabras de Carlos Manuel Díaz Hidalgo (actor, poeta, crítico teatral y amigo), autor del prologo de mi primer poemario, al cual infinitamente, agradezco desde estas líneas, la oportunidad que me ofreció al creer en mí y ser artífice de la trayectoria que emprendí.
“De Cirilo Luís Álvarez tengo que presumir que su verso es libre, no se aviene a normas ni reglas que coarten su libertad de expresión. Eso sí, con la habilidad del encantador de historias que nos seduce desde la primera línea hasta la última de sus escritos.”
En sus palabras, considero que va impresa una definición muy acertada de mi estilo y la ilusión por la escritura:
“Así se expresa Cirilo Luis Álvarez, con la sinceridad que emerge de sentirse libre para lanzar al viento sus proclamas en forma de poesía, indiscreta, a veces, mordaz, casi siempre.
Mediante poemas y relatos se sitúa en todos los escenarios candentes y sensibles. No escatima palabras ni sinceridad. Desnuda el espíritu y toma partido. Se compromete y no se conforma con ser testigo sin ser parte y protagonista. No vale para Cirilo Luís Álvarez ver pasar la vida sin inmiscuirse. Quiere dar testimonio con la pluma de que todo es susceptible de cambio y mejora.
Sorprendente. Para mí, sinceramente, sí, porque Cirilo escribe para el pueblo. No es escritor para puristas ni él se lo propone»
Como culminación a mis sueños, en el año 2020, me fue concedido mi primer premio literario, que consiste en el 2º Accésit en la XXV Edición del Certamen Literario Manuel Orestes Rodríguez López , en la localidad de Pasarela (Lugo) con la obra, “El Sendero del Poeta” que incluye dos poemas inéditos, cuyos títulos son: “Homenaje a Paradela” y “ Primava».
En Noviembre de 2022, ve la luz mi primera incursión en el genero infantil, con la obra » Angelitos de Azúcar y Miel», volumen pedagógico y educativo que trata sobre los valores del ser humano aprendidos durante los primeros años de vida y que espero sea del agrado y disfrute de los pequeños de cada casa.
Hasta aquí llegamos, como definición y trayectoria en el tiempo hasta ahora acaecido pero increíblemente fructífero, de mi corta vida literaria. Es para mí, un honor y un placer daros la bienvenida a esta nueva humilde morada del poeta, aprovechando los nuevos recursos que nos brindan las redes sociales.
Este es un lugar de complacencia y ocio sano y cabal, donde no se discriminará a nadie por cuestión de sexo, raza, religión, ideas políticas clase social o entorno donde resida. Toda opinión es valida, toda creencia y circunstancia es tan honorable y justa como la de cualquiera.
El auténtico camino hacia el futuro del hombre como ciudadano ejemplar y ser humano en el planeta, presumo que es (y si alguien no está de acuerdo, que me corrija por ello), el poder de la palabra y la escritura, auténticos Caballo de Troya para vencer el mal, los malos augurios y la incertidumbre, que en algún momento de nuestra vida, todos hemos tenido a las puertas.
En boca de Ortega y Gassett, una célebre frase que define a la perfección el sentido y la dirección, de esta nueva aventura:
“Sólo cabe progresar cuando se piensa en grande, sólo es posible avanzar cuando se mira lejos”.
Nuestra paisana, heroína, figura reconocida y relevante de las letras, Ana María Matute, empleó cierta vez una frase que vine a mostrar, el carácter indómito y la ambición desatada, de las personas que centran su vida por y para la literatura:
«El mundo hay que fabricárselo uno mismo,
crear peldaños que te suban, que te saquen del pozo.
Hay que inventar la vida porque acaba siendo verdad”.
De nuevo bienvenido amigo lector, vayan por delante mis mejores deseos y un fuerte abrazo.
Seguimos caminando. Fuerza coraje y sangre.
Cirilo Luís Álvarez “Ciri”