Dijo en una ocasión Voltaire:
“Debe ser muy grande el placer que proporciona el gobernar, puesto que son tantos los que aspiran a hacerlo”.
Una frase muy recurrente, aunque en el tema que hoy nos ocupa , carece de aseverar que el sentido máximo del gobernante que se precie es proteger y auspiciar al conjunto de la ciudadanía, especialmente a los más desfavorecidos o a los que destaquen intelectualmente en cualquier materia, que pueda servir en un futuro, para el correcto desarrollo tecnológico del país y contribuya a colocarlo en el podium mas alto y su proyección internacional, sea considerada ejemplo a seguir para el resto de los gobiernos, que conforman a día de hoy el llamado conglomerado del mundo civilizado.
La fuga de cerebros en nuestras lides rozan actualmente abandono, ridículo y mayúsculo contrasentido, que a veces deja al paisano en cuyo interés prima el futuro de su patria, con el corazón en un puño.
La actitud, despropósito y desidia de las Instituciones del Estado, con lo más exquisito de nuestros jóvenes (profesionalmente hablando), no guarda parangón ni comparación con ningún otro país del planeta.
El cuidado de la inteligencia y su servicio, al conjunto de la sociedad que ha visto nacer a un genio, debería ser patrimonio inviolable, deber legítimo y derecho y no un compendio de dislates, disparates y necedades, cuya consecuencia y final serán un suculento contrato y una visita al aeropuerto, que trasladara al cerebrito, fuera de nuestras fronteras para prestar sus servicios, donde al menos no infravaloren talento e ingenio y tengan en cuenta su empeño, méritos y proyectos.
Y luego unos años mas tarde cuando claramente haya demostrado su talla e inmensa valía, haya que rescatar al hijo pródigo ya consagrado, a salario millonario y golpe de talonario, cuando le dejaron escapar o le invitaron a emigrar sin pena ni gloria en la mas absoluta soledad y en determinados casos, con la sensación del mas absoluto fracaso, desidia y olvido, por parte de las autoridades competentes.
A nuestro querido pueblo de la llamada piel de toro, desde tiempo inmemorial, siempre le ocurre lo mismo.
Nos fijamos en las virtudes del vecino sin pararnos a pensar. que con una educación adecuada y el auspicio del estado no necesitaríamos mirar hacia otro lado para encontrar a un buen hijo, pues los tenemos a montones abandonados en nuestras calles, deseando los pobrecitos que les den oportunidad para marcar inherentes, nuestro futuro destino.
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